En un reino perdido, el Rubí y el Topacio Blanco eran dos gemas sagradas, guardadas en un templo oculto.
El Rubí, nacido del corazón del fuego, simbolizaba pasión y fuerza. El Topacio Blanco, formado con la luz de las estrellas, representaba claridad y protección divina.
Se decía que quien uniera ambas piedras obtendría coraje para superar cualquier desafío y sabiduría para tomar decisiones justas.
Juntas, guiaban a los elegidos hacia su destino, iluminando sus caminos.
RUBÍ: